sábado, 4 de abril de 2009

LA PELEA DE LOS TRES RAFAELES

(FOTO TOMADA DE LA CÉDULA DE DÉBORA ACEVEDO 
CORTESÍA DE SU NIETA: BELÉN ACEVEDO DE MORENO)

Guaitó es un pueblo de mucha historia, una de ellas es la pelea más terrible que hubo en el año de 1904. Allí perecieron más de 1.500 hombres en la llamada pelea de los tres Rafaeles, que se dió lugar en el pueblo de Guaitó. Las cruces en los caminos ya hoy deterioradas son las .marcas de aquella feroz batalla. Débora Acevedo fue testigo presencial de aquel hecho y narra su acontecer en la entrevista que le realizó el Dr. José León Tapia para la realización del famoso libro EL TIGRE DE GUAITÓ. A continuación dejo para todos ustedes  esta extraordinaria narración, tomada del mismo libro  y que nos remonta al siglo XIX. LA TÓMA DE GUAITÓ

___Más allá en un rincón solitario de la Plaza (Guaitó) vive en su rancho, casi al borde del precipicio, Débora Acevedo, de noventa y ocho años de edad y sobrina del Coronel David Acevedo, el del rifle de largo alcance. Sus ojos zarcos se iluminan al nombrar a Rafael Montilla y comienza por preguntar con orgullo afirmando con sarcasmo:

__ ¿Cómo no lo voy a recordá, si yo viví en su casa? Sería el colmo que lo hubiera olvidao, porque a mi ellos me querían mucho, por se sobrina de David.

    Y conversar con ella fue como hacerlo con la historia, esa historia escondida en la mente simple del pueblo humilde.

LA PELEA DE LOS TRES RAFAELES

“Nunca olvidaré tampoco el ataque a Guaitó del Coronel Lago. Yo estaba de mañanita tendiendo arepas, cuando escuche el primer tiro y veo a mi tío Nicomedes que entra corriendo y nos dice: ¡Muchachas, váyanse pa´Mata Redonda, que aquí va a habé una matazón!

 En eso escuchamos los gritos que se acercaban por la cuesta “¡viva el Coronel Lago!”, y Casildo, el muy condenao corrió pa´la puerta y les contestó: “¡Que coma mierda ese carajo!”. Yo vine a vé a Lago con la tarde, ya muerto, en el sitio donde le pusieron una trampa Manolán y el General. Estaba tendío, con el sombrero cenizo al lao, bandeao por la sién.

¡Esa sí jué una pelea! Eran las doce del día siguiente y esa gentá ¡peleando calle abajo! ¡Calle arriba!, ¡por los caminos, desde los árboles lo que se escuchaba era ¡plómo y el pujío de los machetazos! Cerraban los ojos los hombres y se abalanzaban contra los tiradores del Gobierno y los que llegaban vivos ¡zaz! ¡zaz! ¡zaz! Y a ¡Corré los soldaitos, dejando el máuser atrás!

Después recogían la mausada y la almacenaban en la iglesia (Guaitó) pa´armá los voluntarios, que llegaban como hormiguitas, armaos con su machetico e´rozá. El General Rafael Rivas, que vino de Barinitas, por allá en el Estado de Zamora, murió ese día en Guaitó, con un tiro en la barriga. Duró horas el infeliz, arrinconao en la casa de tejas. Lo encontraron muerto en un charco de sangre, después que dejó de dispará. 

Se vían en la paré las manos pintás del pobre. Y un letrero rojo que decía: “Aquí murió Rivas, Dios mío”. Después lo sacamos las mujeres pa´dale cristiana sepultura y lo enterramos lueguito que se jueron los soldaos llevándose al Coronel Lago, al otro día por la mañana. Porque ese ejercito era muy grande y con la muerte del Jefe se pusieron tan fieros, que hicieron retrocedé a los nuestros, apoderándose del pueblito (Guaitó) esa noche, pero se olvidaron del General Rivas no los dejaron a nosotras, pa´llevalo a la sepultura. Desde entonces llamamos esa batalla LA PELEA DE LOS TRES RAFAELES, porque en ella se batieron como hombres Rafael Lago, Rafael Rivas y Rafael Montilla (EL TIGRE DE GUAITÓ).

Esa jué la única vez que han tomado este pueblo (Guaitó). Aunque en una oportunidá se pasaron aquí unos años los hombres de los Araujos, pero en ese entonces no estaba el General Montilla, pues andaba en campaña muy lejos de esta tierra. Jué el año que toos tuvimos que inos pa´Humocaro, dejándole sola la aldea (Guaitó) y el caserío de los cerros. Los Araujo se llevaron las cosechas, los animales, toíta cosa útil. El único que no se fue, el cojo Bonifacio, un hombresito esmirriao y muy ladino, que vivía allá arriba en la ladera. Se salvó porque en lo que llegó Juan Araujo, el hijo, Juan Segundo, como le decían, lo esperó metío en su rancho, que estaba en medio de un maizal, tan florecío y enmazorcao, que era una preciocidá.

Rodearon al cojo y preguntó Juan Segundo: ¡Mira cojo! ¿Por qué no te has ido tu también? Y el Bonifacio en el fondo del cuarto oscuro, alumbrado con una velita en el rincón, jedíondo a yodoformo, lleno de algodones y vendajes regaos po´el suelo, le contestó, enseñándole el maizal: ¿Ve esa cruz allá en el patio, General? Ahí enterré a mi mama que murió de viruelas negra y tengo que quedame pa´rezale la novena.

¡Carajo! Dijo el General Juan y salieron toos despavoríos, cerro abajo, sin tocá una mazorca, ni agarrá una gallinita, pó el miedo a la enfermedad…"


   

1 comentario:

  1. Excelente, de verdad te felicito Alexander por ese hermoso trabajo de valorar a tu pueblo y mostrarnos a todos la historia de esa hermosa tierra del edo. Lara. Recibe un abrazo desde San Juan de Maniapiare estado Amazonas. ¡Que viva El Tigre de Guaitó!

    ResponderEliminar